domingo, 1 de agosto de 2010

Un viaje, un accidente y un examen

No me gusta estudiar por los tardes. Me gusta dibujar, ver videos y escuchar música en la tranquilidad de mi cuarto. Aquella tarde del martes 20 de octubre del 2009 me encontró rodeada de seis separatas de Historia; seis separatas que debía aprenderme al derecho y al revés sí quería aprobar mi curso de Historia de las Culturas; sin embargo, en mi fallido intento por memorizar desesperadamente varias fechas escuché timbrar al celular de mi mamá.

- ¡Hola piojito! – supuse que sería mi padre, pues no existe otro ser sobre la tierra al que mi mamá llame “piojito”.
- ¡¿qué?! … pero dígame que pasó – dijo ella con un tono alarmante.
- Mamá, qué está pasando – pregunté mientras veía como ella contenía las lagrimas y me ignoraba.
- Entiendo, entiendo… por favor no cuelgue… - me miró y dijo – Tú papá tuvo un accidente.

Mi padre es policía y debido a su trabajo pasa la mitad del año en diferentes provincias. Desde muy niña he conocido lo arriesgado que es su trabajo y aunque estoy “entrenada” para cualquier desgracia, esa noticia me desgarro la sonrisa.

- ¿Qué pasó? – pregunté con total frialdad, ya que, no concebía que algo malo le hubiera ocurrido.
- Un compañero suyo encontró el patrullero que conducía tu papá estrellado contra un árbol…. Tú papá esta inconsciente y su copiloto tiene una herida de bala.

¿De bala? – Pensé. Sí una bala había herido al policía que estaba a su lado eso quería decir que algo muy grave había pasado. Intente abrazar a mi mamá, pero ella me cogió de los hombros y me sentó en el mueble, camino de extremo a extremo de la sala e intentó volver a llamar al celular de papá, pero esté ya estaba apagado.

Luchito fue quien llamó

Luchito es nuevo: recién había salido de la escuela de suboficiales cuando fue enviado de comisión a Ayacucho donde conoció a mi padre. Como era el más joven de la comisaria no tenía ninguna historia interesante que contar; sin embargo, disfrutaba de los anécdotas de los más veteranos a la hora del almuerzo y de la cena. Aquel martes de 20 de octubre a Luchito le tocó salir a patrullar con el suboficial Rodríguez y a mi papá, con el suboficial Vargas, pero pese a que saldrían en grupos diferentes decidieron juntarse a las tres de la tarde para almorzar en la casa de doña Isabel.

Luchito llamó a mi padre cinco minutos antes de la hora pactada, pero él no contestó. Lo llamó varias veces, pero mi papá seguía sin contestar.

- Llama a Vargas – le ordenó suboficial Rodríguez, quien iba al volante y algo tenso pues desde muy temprano tenía una mala corazonada.
- Tampoco me contesta – respondió Luchito.

Esa repuesta fue motivo suficiente para que ambos suboficiales revisaran la ruta por donde debían patrullar mi papá y su compañero. Al cabo de media hora encontraron el patrullero estrellado; a mi padre inconsciente; y a su copiloto, el suboficial Vargas, con una herida de bala en el hombro derecho. Luchito, asustado por aquel panorama bajo inmediatamente para verificar sí ambos seguían con vida. Mientras el suboficial Rodríguez pedía apoyo a la comisaria, Luchito cometió la imprudencia de coger el celular de mi papá y llamar a la última persona con la que él había hablado: mi madre. Imprudencia por dos razones: primero porque no estaban seguros de lo que había ocurrido y segundo porque el nerviosismo de Luchito alteró a mi mamá.

Solo son unos niños

- Ve a recoger a tus hermanos… ¡No! …mejor voy yo – se contradijo mi madre.
- ¿Estás segura de que quieres ir tú? Yo puedo ir – le respondí al verla alterada.
- No, quédate a seguir estudiando… ¡No!... mejor sigue llamando a ver si contestan – me dijo ya casi cerrando la puerta.

La vi nerviosa y angustiada, pero no lloraba e intentaba mostrarse calmada. Cumplí con la orden de llamar, pero no me respondían. Al cabo de 15 minutos regresó con mis hermanos – ya eran las 6 y media de la tarde - los sentó en la sala y les contó lo que había ocurrido. Ella es la mamá y se supone que sabe lo que hace, pero en ese momento pensé que hacia mal al contar un hecho tan delicado a unos niños de 8 y 11 años; sin embargo, recordé que desde muy pequeña siempre estuve presente cuando mis padres trataban de algún tema delicado, pues ambos siempre consideraron que era conveniente que nosotros seamos participes de todo lo que acontece en la familia.

Vi como escuchaban atentos a lo que mi mamá les decía, vi como sus sonrisas desaparecían, vi como las lágrimas inundaban sus ojos. Al finalizar el relato mi hermano le dijo a mi mamá que esté tranquila, ya que, todavía faltaba por confirmar esa información. Mi hermana se fue a la cocina a ayudarme a servir la comida; mientras mi hermano, en su cuarto empezó a rezar pues si algo aprendió de mi abuelita es que Dios siempre te escucha y si quieres calma solo tienes que hablarle a Él.

El Tuky

Ya eran las 9 de la noche y el celular seguía apagado. En ese momento vinieron a mi mente varios recuerdos: recordé que a mi papá no le gustaba oírme llorar de niña y cada vez que me veía triste se sentaba a la mi lado y me hacía reír con algunos de sus sarcasmos; recordé que a los 11 años me compró mi primer brillo labial rosado de Unique; recordé aquella vez que me llevó al cine a ver Harry Potter y la piedra filosofal (fue la primera vez que entre a un cine); recordé que alguna vez me dijo que yo era un bebita muy feita y que ahora estoy “en algo”; recordé que me acompañó a comprarme un vestido para asistir al quinceañero de mi mejor amiga; recordé que me consoló cuando mi ex enamorado y yo terminamos, me dijo: “yo no te he criado para que estés llorando por un imbécil”; recordé las noches que pasábamos viendo fotos y escuchando a Led Zeppelin; recordé que cada vez que cocinamos juntos siempre me dice: “Tienes que cocinar rico… no quiero que tu marido te devuelva por no saber cocinar”; recordé cuando me contaba como mi mamá prácticamente lo obligó a casarse con ella; recordé las historias que me contaba de su viaje a Tocache y de su buen amigo El Tuky, un suboficial de 24 años que fue su compañero de cuarto y de patrulla. Fue El Tuky quien me envió una Tucaneta (familia del Tucán) desde Tocache, a la cual, en su honor la bauticé como Tuqui.

¡El Tuky! – grité emocionada. Si alguien podía obtener alguna noticia sobre el estado de mi papá era El Tuky. Corrí al cuarto de mi papá para buscar su agenda, y mientras mi mamá me pregunta qué estaba haciendo y yo solo decía: “El Tuky debe saber”. No encontré su agenda, pero como premio consuelo encontré su antiguo chip de celular. Coloque ese chip en mi celular fucsia y felizmente encontré en la agenda el número de El Tuky – gracias a Dios el número estaba guardado con el nombre de El Tuky porque no recuerdo su nombre – lo llamé y rápidamente lo puse al tanto de lo que había pasado; me dijo que estaba en Chiclayo, pero que tenia conocidos en Ayacucho y que ni bien tenga alguna noticia me llamaría.

Y así fue, alrededor de las 10 de la noche nos llamó un superior de mi papá y le informó a mi mamá del estado de salud de mi padre. Se disculpó por no habernos llamado a nosotras, ya que, el número que mi papá había dejado en caso de cualquier emergencia era de la casa de mis abuelos paternos; sin embargo, en esa casa nadie contestaba y fue gracias al Tuky que obtuvieron nuestro número.

Luego de hablar con el Mayor y ya más calmados al saber que mi papá no estaba tan grave como suponíamos; mi mamá llamó a mis tíos (los hermanos de mi papá) quienes esa misma noche salieron para Ayacucho. Ellos le recomendaron a mi madre que se quede en Lima y no viaje con ellos porque mis hermanos se preocuparían más.

Suspendido

Al día siguiente fui a la universidad. Tenía mis pensamientos en mi padre y casi había olvidado por completo mi examen de Historia hasta que vi en el pasillo a mis amigas quienes quisieron ayudarme a estudiar, pero en media hora y estando tan distraída fue en vano su intento por llenarme la cabeza de datos.

El profesor no llegaba y a mí no me importaba si llegaba o no, solo quería saber cómo seguía mi papá. Y mientras estaba con mis amigos intenté volver a llamarlo y no contesto. Volví a intentarlo…

- Alo – al oír su voz mi corazón salto y unas ganas raras por vomitar de la emoción me hicieron abandonar el salón.
- ¿Papá? – dije.
- Y quien más pues… si me estas llamando a mí – me dijo él en tono sarcástico. Como amo su sarcasmo.
- ¿Cómo estás? ¿Qué te pasó? … - le bombardee de preguntas, pero él me interrumpió.
- Estoy bien… estoy un poco “maluco”, me rompí la nariz y me duele la cabeza y tu voz chillona no me ayuda mucho que digamos… estoy en el hospital de Ayacucho con tus tíos – me dijo él, totalmente calmado como si lo que le hubiera pasado sería algo usual – nos vemos en Lima… me van a trasladar para haya en dos días.

Y con esas palabras se despidió. En ese momento sentí que mi alma regresaba a mi cuerpo y ya con una sonrisa en el rostro entre de nuevo al salón donde les conté a mi amigas que había conversado con mi padre y que él estaba bien. Mi felicidad era tanta que no se vio afectada ni cuando vi entrar al salón al profesor Buenaño (profesor de Historia), aun sabiendo que me podía jalar por no haber estudiado, pero la suerte estaba de mi lado ese día y mi queridísimo profesor suspendió el examen.

Qué pasó

Encontré a mi padre recostado sobre su cama. Una venda rodeaba su cabeza y un parche tapaba su nariz. Sin importarme que estuviera todo adolorido corrí a abrazarlo. Mi papá no quería que mis hermanos lo vean tan herido por eso no quiso que lo lleven a casa y prefirió quedarse en la casa de sus padres por una semana para que las heridas sanaran un poco más.

Él me contó que todo empezó porque detuvo un carro que no portaba placa y cuando le obligó a los dos pasajeros a que se identificaran con sus respectivos DNI estos sacaron dos armas y apuntaron hacia mi papá y a su compañero, quienes al ver las armas entraron rápidamente a su patrullero y los siguieron; sin embargo, cuando los sujetos se vieron perseguidos dispararon hacia ellos y una de las balas entró a la patrulla e hirió a Vargas (su compañero), ese hecho distrajo a mi papá, quien al intentar esquivar el resto de balas chocó contra un árbol y se golpeó la cabeza.

- ¡Pero en que estabas pensando! ¿y sí te pasaba algo? – le reclamé.
- Pero hija es mi chamba – me respondió.

Me comentó que no sabía cómo se encontraba el suboficial Vargas y que estaba preocupado él, pues tenía un niño de solo 8 años.

Otra vez

Han pasado 9 meses desde aquel accidente. Es de noche y vamos camino a casa, mi papá conduce su Probox blanco mientras escuchamos Everlasting Love de Andy Gibb. La lluvia, el frio y la oscuridad de la calle hacen que me sienta muy cómoda teniendo a mi padre sentado a mi costado. Es agradable el silencio en una noche como esta.

- Me gusta esa canción – rompe el silencio mi papá.
- A mí también – conteste sin ánimos de seguir hablando.

Al parecer a mi papá no le interesó que yo quisiera estar en silencio y empezó a contarme una de sus historias de cuando estaba en Huaraz. Al finalizar su divertido relato me informó que la próxima semana se iría a Huánuco por 3 meses.

- ¿Y? … ¿No vas a decir nada? – me preguntó
- No, quiero escuchar la canción – respondí.

3 comentarios:

  1. No sé si poner risas o decirte algo q suene sumamente interesante jaja (al final lo hice) creo que lo único q te diré es q me he enamorado totalmente de la manera como escribes una...crónica? Jaja no sé si llamarlo así, pero me encanta como lo haces, sabes? No dejes de hacerlo. En una noche como hoy, donde estaba tan deprimido por lo aburrido que estaba, le doy gracias a lo divino por conocer a alguien como tú q me confió la intimidad de este blog y nuevamente te doy las gracias por eso, realmente me encanta leer lo q escribes, realmente tienes algo especial, Cynthia. Un abrazo :)

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  2. Gracias por el comentario, Kevin. Debo decir que esta entrada estuvo inspirada en algo que sucedio el año pasado. Esta entrada no fue producto de mi imaginación, sino que relate un penoso y laaaargo dia de octubre.
    Gracias a Dios mi entrada no terminó con un final de funeral. Gracias a Dios mi papá tiene un ángel de la guarda que lo cuida en cada viaje y doy gracias a Dios porque tengo un padre tan pero tan especial que se ha convertido en mi "personaje favorito" ;)

    Otro día me conectaré a ver si retomamos el "bombardeo" de canciones... así ya no estarás tan aburrido. Cuidate.

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  3. jajaja Es cierto, es algo q extraño, debo confesarlo. Me agradaría leer algo de tu imaginación, estoy seguro q tmb te saldrá genial. Me pareció realmente hilarante eso de "eras una bebita fea, pero ahora estás en algo" jaja pues no, creo q se equivoca, al final le resultó un hija muy bella ^^. Nos vemos (:

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