
El reloj marcó la 1:34 am. Empiezo con un vicio que hace poco he adquirido, pero ¿Por qué escribir en la madrugada? ¿Por qué escribir bajo la luz de un poste que vagamente ilumina mi sala? ¿Por qué en este horario? ¿Por qué este día?
Hace dos días mi hermano menor encontró una inofensiva garrapata en la ventana de su cuarto, cuarto que da al patio trasero de la casa y es ahí donde duerme Blacky (mi perrito). Mi padre decidió mandar a dormir a Blacky al patio exterior motivo por el cual mi hermana y yo buscamos desesperadamente poner fin a este molesto hecho.
Desde la primera noche (ayer) que Blacky durmió afuera no puedo conciliar el sueño, pues, desde hace algunos años que mi abuelito tiene inquilinos y estos señores (y señoritas) al parecer no saben que la noche es para dormir.
Hoy, que es la segunda noche que Blacky duerme afuera, tuve que abandonar la comodidad de mi cama para decirle a la petiza inquilina que me haga el favor de meter a mi Blacky, pues, mientras ella se daba sus efusivos besos con su regordete novio, mi can paseaba por la vereda del frente. Sin embargo, está me ignoro y decidió acompañar a su regordete novio a tomar taxi, micro o lo que fuera que lo llevará de vuelta al lugar de donde salió. Se fue dejando a mi pequeña mascota afuera, en la calle, en la peligrosa calle de Valdivieso. Este singular hecho hizo que mis matutinos berrinches se volvieran madrugadores.
Entré al cuarto de mi abuelito a buscar las llaves que abrirían los candados de la puerta de la sala. Al entrar algo me incomodo: la foto de mis bisabuelitos, ese tipo de cuadros antiguos que uno piensa que la imagen nos sigue con la mirada y pese a la oscuridad tuve esa sensación. Conseguí las llaves, abrí la puerta y salí a rogarle a mi testaruda mascota a que se meta de una vez. Luego de poner seguro a la puerta del patio y despedirme de mi Blacky entre a la sala y volví a asegurar la puerta con los dos candados que llevaba puesto en un inicio. Me senté a esperar a que la petiza inquilina -cuyo nombre desconozco- volviera. Llegó, abrí la ventana y sonreí ante el hecho de que la muchacha no tenía la llave que abriría la puerta del patio (y yo no pensaba dársela), le reclamé desde mi ventana porque había dejado afuera a mi Blacky, ella se disculpo y como chica educada que soy acepte sus disculpas. Cerré la ventana dejándola afuera a que siga esperando a que baje su amiga a socorrerla: esa fue mi pequeña travesura.
Ya son las 2:00 am y no tengo sueño. Si mi berrinche matutino me quita el apetito; mi berrinche madrugador, el sueño.
No puede evitar recordar que, cuando entre al cuarto de mi abuelito, el cuadro de mis bisabuelitos y más específicamente los ojos de las imágenes del cuadro me miraron. Pese a la oscuridad sentí eso. Odio esa sensación, y es que, quien no ha sentido alguna vez que una foto antigua tiene la mirada fija en uno.
Agradezco la delicadeza de mi abuelito al llevarse ese cuadro a su cuarto, pues, cuando estaba en la sala me sentía observada, asechada, acosada. No podía disfrutar tranquilamente de mis programas televisivos.
Tomando en cuenta que ya son las 2: 13 am y sigo sin sueño. Veo que el cuadro, que ahora se encuentra al frente del mueble donde me encuentro sentada y bien alumbrada por la luz de mi celular fucsia, es del matrimonio de mis abuelitos… ¡Su foto de recién casados! Ella vestida de novia y con el cabello corto y ensortijado, me imagino que ese sería el peinado de moda en aquella época debido a que todas mis tías llevaban el mismo look. Él llevaba un elegante adorno en la corbata y un bigotito al estilo Pedro Infante.
Mientras observo aquel retrato escucho que el pobre Blacky hace algunos ruidos. Seguro, que al igual que a mí, se le fue el sueño. Mi madre se despertó para ir al baño pero al encontrarme en la sala me pidió una explicación lógica para que pudiera entender el motivo por el cual estoy despierta y sentada en el mueble de la sala en lugar de estar dormida y recostada en la cama de mi cuarto. Al no obtener una respuesta que la convenciera se fue diciendo:” todo lo que haces por ese animal”. Ese animal, como ella lo llama, es el único con el cual no discuto en esta casa y no lo hago porque sé que el muy sinvergüenza me mordería.
Decidí irme a dormir pues ya eran casi las 3 de la mañana y era ilógico que aquella petiza salga.
Mientras escribo esta entrada- obviamente serán las 9: ¿? de la noche delia siguiente – se fue la luz, y es por eso que lleva el nombre: APAGÓN.
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