
Mi abuelito (mi Michi) es una de las personas que me alegran la vida. Éste singular personaje cambio mis pañales cuando es era un bebe, postergaba sus usuales viajes con mi abuelita para quedarse a cuidarme cuando tenía 5 años, no dormía cuando estaba enferma, me escondía cuando mis padres me buscaban para castigarme, me aconsejaba que me porte bien porque de lo contrario se vería forzado a darme “ tas tas por mi rana” (una buenas nalgadas), me compraba todo tipo de golosina a la salida del colegio (lo hacía incluso cuando me mamá se lo había prohibido), cuando estaba postulando a la universidad él pedía en sus oraciones a Dios que me ayude a ingresar y cuando por fin ingresé celebró conmigo (aunque no le agrada mucho la carrera que escogí).
En fin, además de haber sido un magnífico esposo, un padre ejemplar y el abuelito más cariñoso y consentidor que puede existir; también es el hombre más terco. Pero no cualquier terco, es de aquellos tercos que dan dolor de cabeza.
Desde que tengo memoria mi mamá se queja de que la cocina es el lugar más oscuro de la casa, que falta más iluminación y que sería conveniente romper una de las paredes para construir una ventana. Mi Michi siempre hizo oídos sordos a esas quejas y a veces susurraba: “solo cuando me muera podrán modificar lo que quieran". Pero fue hasta hace algunos días que, sin previo aviso, llegó a la casa con un albañil para que por fin, luego de tantos años de rogar, se haga realidad el sueño de mi madre: la ventana de su cocina sería construida.
Ella nunca imaginó que ese sueño se vería nublado por todo el polvo que originaron las destrucciones del albañil, quien en un inicio vino únicamente a construir la dichosa ventana y que luego por ordenes de mi alocado Michi terminó rompiendo paredes y techos a diestra y siniestra. Este albañil que claramente pertenece al grupo de “destrucción civil” no solo ensucio la casa sino que tan bien fue indirectamente el culpable de que mi Blacky me mordiera, ya que, debido al polvo que ocasionó, mi Blacky tuvo una infección en los ojos motivo por el cual lo llevé al veterinario y éste le recetó unas gotitas para sus bellos ojos. Pero en el momento en el que me disponía a echarle dichas gotas, mi adorable mascota se enojó y con mucho “cariño”…¡me mordió! Por lógica se puede entender que Blacky me mordió porque tuve que curarlo, y tuve que curarlo porque sus ojos se infectaron, y sus ojos se infectaron por todo el polvo que había en la casa, y el polvo lo ocasionó el albañil… entonces… me mordió por culpa del albañil.
Mi Michi no considera las opiniones de mi mamá y menos las mías. La única persona capaz de controlar su terquedad ya no se encuentra en este mundo: mi abuelita. Una dama delicada, con clase y con un gran carácter, capaz de controlar al terco de mi abuelito. En días como estos son cuando más siento su ausencia, pues ella le hubiera hecho entender de un correazo por el lomo que el techo y las paredes de mi cuarto están bien, que los grumos de las paredes de la sala eran el resultado del nefasto trabajo que hizo mi tío al pintarlas el verano pasado, y que si bien era necesario arreglar el zócalo de la cocina eso no implicaba tirar la mitad de pared de esta. Pero sin duda alguna la peor parte de toda esa destrucción se la llevó mi hermana, quien a pocos días de estrenar cuarto nuevo tuvo que toleran, y sin chistar, que rompieran un pedazo del techo de su cuarto y todo por culpa de una diminuta grieta que solo puedo ver el ojo de águila que tiene mi Michi.
Cólera, cansancio, estrés, calor, fastidio, picazón, desesperación por la lentitud del albañil, irritación y alergia son algunos de los sentimientos que se mezclan en un caldo que viene hirviendo hace algunos días cuando este martirio empezó, y que ahora hierven en un fuego más ardiente debido a que me veo obligada a dormir en el mueble de la sala porque no tolero el olor de cemento fresco que perfuma mi cuarto. Y creo que lo que más rabia me da es no poder expresar mi queja al culpable, ya que, la tierna mirada que encuentro en el rostro de mi Michi me hace tragarme todos mis malestares. En fin, todo eso lo soportaré con tal de que mi mamá obtenga su nueva ventana.
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